Lo peor fue que alguien recordó el pasado guitarrero de Walter, de cuando a los quince andaba recorriendo las peñas folklóricas en busca de aplausos y alguna que otra empanada. Con el correr de los años, fue subiendo el cachet, llegando a aceptar, cuando no a exigir, un vaso de vino para bajar la empanada. Así que dieron por descontado que se había cobrado, dadas las feroces raciones de empanadas, vino y asado que había consumido: lo menos que podía hacer era devolver algo -que no fuera el almuerzo- a la concurrencia.
Marcos aprovechó para hacer mutis por el foro, odiaba el folklore pero más que nada detestaba el circo que lo rodeaba, las peñas, los chalchaleros y hasta la negra sosa, si andaba cruzado. Ya Walter descollaba con La escondida, luego de haber dejado boquiabiertas a un par de señoritas con su particular versión de Suspenso, de Los Nocheros (lo hacía para enganchar a la audiencia), cuando Marcos, a una prudencial distancia observaba, vasito en mano, modorra a cuestas, apoyado el hombro contra uno de los pilares de las arcadas que conformaban la larga galería y relojeando una hamaca paraguaya que se insinuaba... vacía, oscilante, tentadora.
Dos pasos pudo dar. Saliendo del comedor por la enorme puerta ventana abierta de par en par: Marisa. Llevaba una botella de cerveza y dos vasos.
No tenías que molestarte, le dijo Marcos mientras levantaba su vaso ya vacío, pst! si podía ir yo... Marisa rió por la ocurrencia y completó, Bueno, no era para vos, era para el guitarrero y cantor... Ah! pero con más razón! traé para acá, vení, vamos a charlar a la hamaca y dejalo a aquel que sude la gota gorda... el que toca nunca baila.
Marisa aceptó sin dejar de reír. Días más tarde, Marcos iba a jurar en rueda de amigos que nunca había visto una sonrisa tan brillante como la de Marisa esa tarde. Sus pensamientos acerca del escote fueron omitidos en aquella misma ronda de congéneres.
Se sentaron de espaldas al sol, que a esa latitud del parque comenzaba a escurrirse entre los álamos. Brindaron por Laureano y bebieron casi medio vaso de un solo trago. La Santa Fe estaba bien helada y nada había que envidiar a la fiesta de los Gonzalez García. Trivialidades van, lugares comunes vienen... cada tanto Marisa echaba una mirada hacia el lado del "escenario" donde Walter seguía a los alaridos limpios, ahora acompañado por un coro de borrachos, desentonados como ellos solos.
No tienen idea de Feng Shui, no es cierto? Soltó ella de golpe. Miraba a Walter cuando lo dijo. Miró a Marcos dos segundos después y confirmó la sospecha. Marcos reía en silencio tapándose la cara con la otra mano, la que no sostenía el vaso. Cuando logró achicar un poco la sonrisa, pero sin dejar de mirar el vaso, como si no se atreviera a mirarla a los ojos le dijo, No tenemos ni idea... y negaba con la cabeza, Bah, sí, idea sí... algo le conté a Walter en un momento. Me pareció demasiada casualidad, continuó Marisa. Marcos la interrumpió: Es que fue casualidad! Karina creyó conocerme de andá a saber qué ámbito fulero y me picó el boleto, así que en joda, le dije que nada que ver, que a Walter lo conocía de un curso de Feng Shui, la primer rareza que se ocurrió... lo demás vino solo, esa fue la coincidencia. Ah sí? yo creía que había sido al revés...
Hubo una pausa de unos segundos, se alcanzó a oír la voz de Walter exigiendo un refrigerio o un reemplazo liso y llano. Alguien le acercó un vaso conteniendo un líquido de color peligrosamente rojo. "Talacasto" pensó Marcos, recordando el viejo chiste que repetía Walter en cada ocasión que podía meter un bocadillo. Creyó que le tocaba a él largar una pregunta, como para que no decaiga esa especie de intimidad que se había comenzado a forjar. Quiso ser original pero no lo consiguió. Qué hacés? A qué te dedicás cuando no andás deschavando impostores? Ella apuró otro trago y contó, En el living de mi casa tengo un diploma que me acredita como licenciada en psicología; de ahí en adelante tengo como chiquicientos diplomitas más de cursos varios, talleres, seminarios, bla, bla, bla... Todo eso me dio un una mano enorme en lo que realmente me gusta hacer y gracias a Dios hago: trabajo en Acción Comunitaria. Así que psicóloga, reflexionó Marcos asintiendo con la cabeza, viendo la sombra de la hamaca ir y venir pausadamente, Con razón... Sí, pero más allá del título, sólo me gusta la parte en que eso me dio una base para lo que hago, estar en contacto con la gente, con las necesidades profundas de la gente. También hago consultorio, pero sólo para llegar a fin de mes. No me interesan los traumas burgueses, solamente me ayudan a pagar el alquiler del departamento... Marcos la interrumpió: Debe ser terriblemente frustrante, Es, hay que hacer de tripas corazón y no achicarse... nunca.
Marcos recargó los vasos. Ella le preguntó qué hacían él y Walter, son socios? Socios?, Jajaja!! Dios no lo permita! Marisa abrió los ojos sorprendida pero comprendiendo la broma. Na, yo laburo en un kiosco, y cuando puedo publico algún artículo en el Litoral o en El Arca del Sur, o donde me den un lugarcito y no me editen demasiado. Escribís? fue la pregunta de Marisa con expresión asombrada. Tengo el vicio... para solaz de los críticos y desgracia de los lectores... Bueno -cambiado de tema visiblemente incómodo por tener que dar detalle-, y Walter labura... digamos que labura para el frigorífico La Candelaria, o sea, no directamente con don Candelario pero sí por medio de una red de distribución de los productos, se pasa buena parte del día en la calle, entre que prevende, carga, reparte y cobra... Ah, interrumpió Marisa, y la chata es de la empresa? No, la chata es de él, pero por poco tiempo más. Quiero decir, por poco tiempo más la va a poder usar en el reparto, porque hace unos días parece que le pidieron que le ponga equipo refrigerante y toda la bola sanitaria esa, así que no se... por ahí la tiene que cambiar, el tiro sería que los de la empresa le den una chata equipada, vos viste, así como está puesta no le va a querer meter un refrigerante... Vos tenés un acento raro -dijo Marisa entrecerrando los ojos, como queriendo agudizar los sentidos. Ja! Tengo una mezcla encima! Mis viejos son porteños, mis abuelos tanos, mi cuñada y toda su familia es puntana. Al final uno no puede evitar la mezcla, vos viste... estás dos días con alguno de ellos y enseguida algo se te pega. Pero sos de acá? Sí, claro... de Esperanza. Ah... y Walter? Él es Santafesino hasta el tuétano. Nació sabalero y se va a morir en el cementerio de elefantes, de acá no lo mueve nadie... hasta ahora, al menos. Cuántos años tiene? Eso no se pregunta. A las mujeres no se les pregunta. Tenés razón, 33. Son buenas.
Walter decretó el descanso, menos por el agotamiento que por la sed. Los borrachos del coro (cada vez eran más, ahora estaba el mismísimo padre del bautizado encabezando el pogo vocal) seguían patinando un estribillo malogrado pero lo despidieron con un aplauso, los que lograban acertar el golpe de una mano a otra. Algunas damas ya se habían ido retirando del improvisado fogón cuando notaron que la jarana tomaba el rumbo de los tomates. Marisa se levantó de la hamaca, puso una mano sobre el hombro de Marcos, le agradeció la charla prometiendo seguirla y Marcos le devolvió el agradecimiento. Ella desapareció rápidamente en la penumbra del interior de la estancia y volvió a salir con una botella de cerveza llena y dos vasos. Deja vú, pensó Marcos mientras la seguía con la mirada. Ella apuró el tranco y le salió al cruce a Walter que se abría paso entre los demás invitados que se habían formado en círculo alrededor de la guitarreada. Marcos vio la cara de sorpresa de su amigo ante el ofrecimiento de Marisa, los vio reír, los vio brindar y los vio irse caminando despacio para el lado de la pileta de natación, donde había unos sillones a la sombra. Llenó otra vez el vaso con lo que quedaba de cerveza (ya tibia) y lo hizo girar, jugando con la espuma. Lo vació de un solo trago y lo dejó en el piso. Se estiró sobre la hamaca y el lienzo se convirtió en horizonte, en barrera y en refugio. Lo último que vio tras el borde de la hamaca fue a Marisa echando la cabeza hacia atrás en una risa lejana y sorda, seguramente algún viejo y trillado chiste de Walter.
Es como una sensación acá en las tripas, viste? Pensó y se durmió sonriendo.