VII - Marcos
Reconozco que soy cambiante, suelo confundir a simple vista. Nadie se engañe con mis chistes y mi aparente buen humor.
Mi primera reacción –y la más constante y evidente- ante la tristeza es el silencio. Me hundo en un abismo inexpugnable del que ni yo mismo podré reconocer alguna vez todos los recovecos. Me dejo llevar por la pesadez, me entrego a la espiral descendente y en un momento no queda nada más que una profunda sensación de vacío; casi ni alcanzo a trazar un pensamiento, la realidad desaparece, la fantasía desaparece.
Suele pasarme cada vez más seguido esto de darme cuenta que al final estamos solos. Cada uno solo. No es como esa canción de Fander, así estoy en el mundo sin tu amor. No. Así estoy en el mundo siempre. Muchas veces hacemos la vista gorda, pretendemos ignorar semejante certeza, soslayamos la verdad irrefutable. Pero si queremos ser felices debemos hacerlo solos. Y cómo hacemos los que no podemos estar solos? Yo quise ser feliz y con ella y ahí está la paradoja. Ni ella fue feliz conmigo ni yo con ella. Ni yo fui feliz por ella ni ella por mí, aunque sea una afirmación viciada de errores: nadie hace nada por otro que no sea causar daño. Si no decime: de qué te sirve que alguien te ame? De qué te sirve que alguien te ame si no podes ser feliz? De que te sirve amar a alguien? Eso te hace sentir completo? Boludeces! Seguimos vacíos. Vinimos vacíos y moriremos vacíos.
Ahí tienen: la segunda reacción es la broca.
Creo que la tercera es el desgano. Quería contarles cómo era yo, pero se me fueron las ganas porque hoy, como casi todas las horas de casi todos los días, estoy triste.
Mi primera reacción –y la más constante y evidente- ante la tristeza es el silencio. Me hundo en un abismo inexpugnable del que ni yo mismo podré reconocer alguna vez todos los recovecos. Me dejo llevar por la pesadez, me entrego a la espiral descendente y en un momento no queda nada más que una profunda sensación de vacío; casi ni alcanzo a trazar un pensamiento, la realidad desaparece, la fantasía desaparece.
Suele pasarme cada vez más seguido esto de darme cuenta que al final estamos solos. Cada uno solo. No es como esa canción de Fander, así estoy en el mundo sin tu amor. No. Así estoy en el mundo siempre. Muchas veces hacemos la vista gorda, pretendemos ignorar semejante certeza, soslayamos la verdad irrefutable. Pero si queremos ser felices debemos hacerlo solos. Y cómo hacemos los que no podemos estar solos? Yo quise ser feliz y con ella y ahí está la paradoja. Ni ella fue feliz conmigo ni yo con ella. Ni yo fui feliz por ella ni ella por mí, aunque sea una afirmación viciada de errores: nadie hace nada por otro que no sea causar daño. Si no decime: de qué te sirve que alguien te ame? De qué te sirve que alguien te ame si no podes ser feliz? De que te sirve amar a alguien? Eso te hace sentir completo? Boludeces! Seguimos vacíos. Vinimos vacíos y moriremos vacíos.
Ahí tienen: la segunda reacción es la broca.
Creo que la tercera es el desgano. Quería contarles cómo era yo, pero se me fueron las ganas porque hoy, como casi todas las horas de casi todos los días, estoy triste.